Viajar al extranjero ha cambiado mucho en las últimas dos décadas. En primer lugar, porque la posibilidad de tener una moneda común compartida por 19 países europeos simplifica mucho los gastos en estos destinos: gracias al euro, no hay que hacer cambios de divisas ni cálculos para saber a cuánto nos sale el menú del día. Pero el verdadero cambio global lo ha traído el dinero de plástico: las tarjetas de crédito y de débito.
Son cómodas, fáciles de llevar, seguras, permiten pagar independientemente de la moneda local, se guarda un registro de cada transacción realizada, permiten retirar dinero en moneda local en los cajeros, son imprescindibles para algunas gestiones como el alquiler de coches… Sus virtudes a la hora de viajar son muchísimas y su penetración global hace fácil su uso en muchas circunstancias distintas.